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lunes, 14 de abril de 2014

ENTRAGARON MATERIA EDUCATIVO A NIÑOS

Fundación Mama Clara y YACHAY llegarón hasta Tapay y Chaiña

La Fundación Mama Clara de Noruega en coordinación con la Asociación Yachasunchis Pukllasunchis YACHAY , cumplieron con llevar material educativo para los niños y profesores del poblado de Tapay y el anexo de Chaiña.
La presidenta de La Fundación Mama Clara de Noruega, la profesora jubilada Erna Berg Rogne de 66 años de edad y el Fundador de YACHAY, el periodista Rómulo Leanderas Rodríguez, llegaron el pasado jueves 10 hasta el poblado de Tapay, donde lamentablemente queda 5 niños en el nivel primario y 4 en el inicial. El motivo es que los padres de los menores en busca de nuevas oportunidades se mudan a Arequipa y El Pedregal.
Y el pasado sábado 12 de marzo, estas dos organizaciones se trasladaron hasta el anexo de Chaiña, en el distrito de Cayarani en la provincia de Condesuyos, donde hicieron la entrega del material educativo a mas de 40 niños.
“Yo quiero que los niños tengan las misma oportunidades de poder estudiar a diferencia de los otros. Siempre vendre para apoyarlos” comentó Erna Berg, quien trabaja junto a YACHAY desde el año 2012.








domingo, 13 de abril de 2014

Tapay, el pueblo al filo del precipicio


Por: Gustavo Zamalloa Quispe

La ubicación geográfica de Tapay no solo complica la idea de cómo sus pobladores han llegado a vivir a un lugar tan alejado y de tan difícil acceso, donde necesariamente debes caminar por espacio de 3 horas, desde Cabanaconde hacia el fondo del cañón del Colca, y proseguir otras 2 a lomo de bestia, cuesta arriba, siempre al borde del precipicio y con la seguridad de que si caes, tu muerte será inminente, a pesar de que los arrieros digan que sus mulas son estables y tienen la experiencia suficiente para no resbalar, salvo algunas excepciones; tal como lo relataron. “No se preocupe, amigo; estas mulas conocen bien su camino. Claro que algunas veces se han resbalado y la caída ha sido maldita. Uy, si le contase; el pobre animal llega al fondo del precipicio prácticamente convertido en nada, la carga se le desparrama por todo lado, y el peso hace que sea imposible salvar a la bestia. Uy, es triste todo eso. El problema es que perdemos una herramienta vital para nuestras labores. Pero usted no se preocupe”, me dijeron. Vaya manera de levantar la moral.
El motivo de nuestra visita a este singular espacio que la naturaleza le ha proporcionado a unos cuantos valientes, fue llevar útiles escolares a los estudiantes de la escuela primaria que, según nuestras primeras investigaciones, solo cuenta con 5 niños. Pero eso lo contaremos más adelante; ahora continuemos con la travesía.
SE INICIA LA AVENTURA
Partimos de Arequipa a eso de las 2 de la madrugada, y junto al presidente de la 'Asociación Yachasunchis Pukllasunchis - Yachay', Rómulo Leanderas; y de la presidenta de la 'Fundación Mamá Clara Norge', Erna Berg Rogne (Noruega), nos dirigimos a Cabanaconde en un viaje de 5 horas en camioneta. Una vez allí, iniciamos la caminata hacia el fondo del cañón, experiencia que, entre otras cosas, me recordó la importancia de estar físicamente preparado para enfrentar contingencias de esta naturaleza.
Aunque los primeros rayos del sol no eran tan agresivos a esa hora de la mañana (7 h), se proyectaba un día caluroso para toda la jornada, y como todo inicio, las primeras reacciones fueron de entusiasmo, a pesar de que vimos nuestro objetivo realmente lejos.
Después de cuarenta minutos de caminata, el río seguía pareciendo un riachuelito, y a consecuencia de las miles de graderías de piedra que habíamos descendido, las rodillas empezaron a temblar dando la impresión de que querían salirse de su lugar, obligando a disminuir la velocidad del paso por los característicos dolores punzantes que no dejan doblar bien las piernas, haciendo cada vez más complicado alcanzar la meta.
Con los dolores más acentuados, y en honor a la verdad, llegamos cansados al fondo del cañón después de casi 3 horas de caminata y con la expectativa de descansar algo durante el ascenso en mula para llegar a Tapay, nuestro destino.

A PASO DE MULA
La sensación de descanso que sentimos al montar las mulas para subir a Tapay fue perdiendo importancia frente al peligro que representaba el paso de estos tercos cuadrúpedos que insistían en recorrer el camino por el borde, teniendo más espacio al otro lado. “Estas mulas parecen burros, porque no entienden”, dijo alguien por ahí.
Fue entonces cuando Lorenzo, el arriero, me hizo volver a la realidad, y con la sinceridad que lo caracteriza, me recordó que soy un mortal como todos y que la posibilidad de morir frente a una eventual caída era tan real como el miedo que estaba sintiendo; miedo que se haría más grande durante el regreso, ya que la subida a Cabanaconde fue en lluvia y a oscuras.
Por fin llegamos a Tapay; es decir, por fin alcanzamos la meta.
Pero alcanzar la meta y ser recibido de manera cálida por sus pobladores es gratificante y necesaria, ya que ayuda a aliviar los dolores musculares, sobre todo de quienes por primera vez montamos una mula para realizar tan apasionante recorrido.
A unos metros estaban mis acompañantes y vi cómo daban sus primeros pasos al bajar de la mula. Sus piernas estaban literalmente arqueadas, y los pasos temblorosos que daban estaban acompañados de un toqueteo de nalgas a dos manos, diciendo a cada instante: “ay, ay, ay, me duele todo”.
En fin, el dolor pasa; aunque eso resulte un decir. Pero lo importante ahora son los niños a quienes debemos nuestra visita.
UN LUGAR QUE SE QUEDA SIN NIÑOS
La escuela primaria de Tapay Nº 40418, efectivamente, cuenta con 5 niños.
Cuando le preguntamos a don Edgar Riveros Llamoca, presidente de la Asociación de Padres de Familia, cuáles eran las necesidades que tenía la escuela, respondió sin dudar que necesitaban más alumnos, y se preguntó una y otra vez, sin poder entender, qué pasa con los jóvenes de ahora que ya no quieren hacer hijos. “Creo que la situación cada vez más difícil y la planificación familiar son la causa de todo esto (sonríe). Yo en cambió tuve 13 hijos, y con la misma mujer”, contó Riveros, agregando que ninguno de sus descendientes siguió su ejemplo.
Pero la problemática va más allá del poco alumnado que tiene la institución, siendo evidentes la pobreza y la falta de oportunidades que ofrece el lugar.
“Mi hermano mayor se ha ido para Arequipa a estudiar la secundaria porque aquí no hay colegio. Ahora está viviendo con otra hermana que ya tiene sus hijos”, dijo Irma Silvia Quico (10), quien más allá del esfuerzo que hace para realizar sus actividades académicas en la única escuela a cargo de un solo profesor, debe ayudar a sus padres en las duras labores que la agricultura y la ganadería implican, mostrando al mundo entero que ambas cosas son posibles, a pesar de todas las dificultades.
“Me gustaría ser una doctora”, agregó con inocencia.
LOS REGALOS ESPERADOS
En medio de la necesidad y el olvido, se vivió un ambiente de fiesta cuando Rómulo Leanderas (Yachay) y Erna Berg (Mamá Clara) llegaron con los paquetes de útiles escolares para ser repartidos entre los 5 niños del nivel primario y otros 4 pequeños que, contra todo pronóstico, ya son parte de la población tapeña.
“Queremos que estos útiles sean usados por ustedes, ya sea haciendo dibujos o escribiendo; y si se rompen o sufren algún daño, que sea mientras los utilizan”, les recordó Leanderas a los niños.
Por su parte, Erna Berg, con el español básico que la respalda, logró hacer entender su mensaje luego de ver los rostros de felicidad en cada uno de los pequeños. “No sé quién es más feliz, si ustedes o yo; pero si hoy muero, moriré contenta”, dijo.
Y en ese ir y venir de intervenciones, el profesor Moisés Cárdenas, quien recién se integra al pueblo, dio algunas palabras de bienvenida, al igual que algunos padres de familia.
La fiesta terminó y llegó la hora de volver.
DE REGRESO A AREQUIPA
El camino de regreso estuvo marcado por los dolores de rodilla, la lluvia torrencial y el temor a que las mulas resbalen y caigan en medio de una total oscuridad, obviamente junto a los improvisados jinetes.
Cuando iniciamos la caminata en horas de la mañana, el entusiasmo se dejó sentir a través de las bromas, la fluida conversación y las canciones que entonamos en diferentes idiomas. Sin embargo, durante el retorno, nuestro silencio dejaba escuchar con nitidez el potente ruido de los truenos que hacían eco en medio de la penunbra, llenando de miedo, sobre todo, a Erna, quien a pesar de haber dicho que moriría feliz después de lo vivido, hizo saber de sus miedos en voz alta, toda vez que la luz de los rayos mostraban la profundidad del cañón, justo cuando las mulas estaban al borde del precipicio. La ropa y los zapatos mojados por la lluvia hacían que el frío se sienta de manera penetrante en nuestros húmedos cuerpos; y la incertidumbre de no saber si estábamos a buen recaudo, trajo a mi mente los recuerdos más resaltantes de mi vida. Pensé en el vino, y a pesar de que no bebo ni una sola gota de alcohol, mi mente me transportó al cálido sofá donde disfruto de esta bebida sin beberla.
El frío asumió el protagonismo, dejando en segundo plano el temor a la muerte, porque al final cesaron los rayos y no había opción de ver el fondo del precipicio; y cuando prácticamente nos resignamos al terco andar de las mulas, divisamos las primeras luces de Cabanaconde.
“Por fin llegamos”, dijimos al unísono. Y así, mojados, muertos de frío y muy cansados, los tres coincidimos en que la aventura tiene que repetirse porque no hay primera sin segunda.