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miércoles, 19 de diciembre de 2018

Las cartas de los niños del caserío de Huaytapalca


Grace es una pequeña niña que apenas tiene 3 años. Su cuerpo todo este tiempo ha soportado el clima gélido que azota a los habitantes del caserío de Huaytapalca, un pequeño poblado que pertenece al anexo de Tolconi, en el distrito Chachas, provincia de Castilla.
Allí, en época de frío (de mayo a agosto), la temperatura desciende hasta 12 grados bajo cero. Es que Huaytapalca está ubicada a 4 mil 600 metros sobre el nivel del mar.
En su carita y manos aún hay rajaduras que le dejó el frío. El viento, la temperatura y el granizo han lacerado su cuerpo que permanece descubierto.
Pero eso no le quita las ganas de cantar “Ch'aska ñawi niñucha / ichhu patapi puñushan” (El niñito ojos de estrella/está durmiendo sobre el ichu). Sus compañeras del salón de inicial le siguen y entonan con mucha fuerza esta típica canción de Navidad en quechua.
Con esta alegría recibieron a los integrantes de la asociación Yachasunchis Pukllasunchis (aprendiendo jugando), quienes llegaron con un grano de ayuda y alegría a este lugar alejado, donde no ha llegado ninguno de los candidatos al gobierno regional, ni en primera, ni en segunda vuelta.
Tampoco lo hicieron los candidatos a la alcaldía provincial, consejeros, ni los candidatos al distrito de Chachas.  Huaytapalca está ubicado a 8 horas de Arequipa, a 10 horas de Aplao, capital de Castilla, y a media hora de Tolconi.

LUGAR INHOSPITO
En el caserío de Huaytapalca apenas hay una decena de viviendas y cuatro corrales de ganado, entre corderos, llamas y alpacas. Pero hace 29 años, a una buena persona se le ocurrió instalar un plantel, el número 40620 – Huaytapalca.
Y hace más de doce años, cuando cerró la mina Shila Paula, recibieron algunos camarotes y cuartos de madera.
Esto les sirvió para construir un albergue para los menores que tenían que recorrer caminos de hasta 5 horas a pie, solo con la finalidad de estudiar y triunfar en la vida.
Ahora son 25 niños albergados, con edades entre 5 y 12 años. Ellos permanecen bajo el cuidado de tres docentes desde que amanece hasta que duermen, y más.
El albergue les alivia largas caminatas. Vanessa (11), por ejemplo, llega desde la estancia  Huayta. Camina cinco horas para llegar a su colegio. Estudia la primaria. Y Anderson (12) lo hace desde la estancia Urumiri. Camina dos horas para estudiar y ser profesional. Lo bueno del albergue es que se quedan internados 3 semanas y una vuelven a casa al lado de sus padres y hermanos.

LAS CARTAS
A los niños de Huaytapalca se les ocurrió una idea: escribirle una carta al gobernador Élmer Cáceres Llica y pedirle ayuda. Ellos quieren triunfar, ser profesionales, pero saben que no será posible si no cuentan con más ayuda.
Ellos no le pidieron juguetes. Son niños grandes que por necesidad aprendieron a ser adultos a muy corta edad. Joel (12) le pidió ropa de abrigo para los niños y ancianos; Vanessa (11), una computadora para aprender más. Joel (11) quiere más alimentos, porque las raciones de Qali Warma solo son desayuno y almuerzo, pero les falta para la cena y para los sábados y domingos que se quedan albergados.
A Owen (8) le gustaría tener una pizarra inteligente o un cañón multimedia. Ha escuchado que otros colegios tienen ese aparato.
Bruno (11) quiere internet para aprender más. En Huaytapalca no hay internet ni señal de celulares, menos telefonía fija. De un puquio obtienen agua por gravedad y ya llegó la luz. Pero las tormentas la corta a cada rato y llega con una tensión muy baja. Prefieren no enchufar el refrigerador para no malograrlo. Es que los fluorescentes se quemaron luego que cayó un rayo cerca del albergue.
A Candelaria (11) le gustaría que les donen una movilidad escolar o motocicletas para sus padres.
Cuando ellos se enferman no hay quien los atienda. No hay médicos, enfermeros, ni medicinas. Ellos han aprendido a sanarse con hierbas. “Cuando me duele el estómago me dan un mate de chachacoma y si me da la gripe me frotan con ortiga”, nos cuenta.
A Luz (11) le gustaría que haya más aulas y mejorar el albergue. Sus camas están rotas y a veces comparten el camarote.
Mónica (12) quiere jugar en una losa de concreto y no en el canchón de tierra y piedras. Mariflor (6) quiere una posta y Josué (8) una televisión.
A Zenaida (7) le gustaría que construyan un puente, porque cuando llueve, se quedan aislados. No pueden cruzar el río para llegar a Huaytapalca o trasladarse hasta Tolconi. Es mucho pedirles que conozcan Arequipa. Viven en una zona muy alejada y no cuentan con los medios para pagar un pasaje.

SUEÑAN con CRECER
Al docente Ítalo Gonzales le gustaría que Cáceres Llica lea las cartas y los visite para que compruebe su realidad. “En sus cartas están sus sueños y su futuro”, sostiene.
Con mucho entusiasmo repartió unas hojas, lápices, lapiceros y plumones para que escribieran los pequeños.
Sabe que para que un niño, una familia o un pueblo progrese, la base es la educación. Y la educación no puede ser posible sin una buena alimentación.
“Felizmente los padres han entendido esto y saben que lo de Qali Warma no alcanza. En medio de su pobreza comparten su trigo, maíz, chuño, lo que está a su alcance”, indica.
Sin embargo, siempre falta; sobretodo azúcar y verduras, que los profesores traen desde Arequipa cada mes.

ANEMIA
En Huaytapalca los índices de anemia no han disminuido. A Yaritza (7) le gusta la comida que preparan las mamás por turnos. “Pero casi no me gusta la carne”, nos confiesa. Ella se ha acostumbrado a la comida de casa. Un poco de agua con algo de trigo y chuño. Un almuerzo que sin duda no los alimenta y no tiene hierro. Triste realidad.
Eso sí, en un compartir nos dieron una lección, no solo de humildad, también de respeto. Nos enseñaron que antes de ingerir los alimentos debemos orar y que no se habla con la boca llena. Eso dice mucho de su formación como personas.
Ahora sus esperanzas de ser mejores están puestas en Llica. Saben que ganó las elecciones y esperan que los ayuden a concretar sus sueños de triunfar en la vida.

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